¿Cuáles son los principales retos terapéuticos al abordar el tema de la separación o divorcio en terapia de pareja?
Cuando una pareja acude a terapia, en la mayoría de los casos no tienen claro en qué punto de la relación se encuentran: si se trata de una crisis para la que pueden necesitar asesoramiento y acompañamiento para redefinir la situación actual, el deseo de ambos de cambio y en qué sentido… o si por el contrario se trata de una pareja que ha llegado a un punto de no retorno y que en terapia van descubriendo el mejor camino para dar fin a lo que fueron y avanzar hacia donde van o pueden ir cada uno de ellos, respetando los caminos y los tiempos del otro.
Uno de los retos principales es conseguir que este proceso(de pensar juntos en qué momento se encuentran y ayudarles a la transición) se haga de la forma más respetuosa posible, con los tiempos que cada uno de ellos necesita y comprendiendo la trayectoria que ambos han llevado hasta la situación actual, desde el inicio de formación de la pareja hasta este punto de la resolución.
Otro punto clave es priorizar nuestro foco como equipo terapéutico (el formado por la pareja y los terapeutas) en los niños y su bienestar, su protección por encima de todo proceso, apostando por el buen hacer de los padres en su ejercicio de la parentalidad, mientras se resitúan en una ruptura de la conyugalidad.
¿Qué debemos tener en cuenta cuando la pareja aún está en la etapa de tomar la decisión, y uno de los cónyuges se inclina por la separación y el otro quiere mantener la relación?
En la misma línea de lo que mencionaba en la pregunta anterior, es clave abordar el proceso con respeto hacia los tiempos y las posturas de cada cónyuge, hacia lo que cada uno de ellos despliega y se deja en este proceso. Debemos encontrar un punto de encuentro desde el respeto, valorar qué miedos aparecen ante una posible separación, lo que ésta implica y los motivos para el deseo de mantener la relación (sociales, económicos, ecológicos, familiares…). Una pareja debe estar basada en el mutuo acuerdo: si uno no desea mantener la relación, debemos ayudar al otro a aceptar esa decisión.
¿Y si hay “negación” o resistencias ante la toma de decisiones, por ejemplo si la pareja o uno de los cónyuges dice “nuestra relación no funciona, pero no nos separamos por los hijos”?
Los hijos son nuestro principal foco de atención, su protección, la necesidad de que los mayores nos hagamos cargo de los procesos que les implican, hacer de su mundo un lugar seguro donde ellos no tengan que hacerse cargo de las emociones de sus padres, donde se les haga saber que ellos van a seguir recibiendo cariño y cuidado mientras los mayores nos redefinimos y situamos, haciendo un equipo para los hijos y no por ellos. Los niños/as no deben ser bisagra de una pareja; son personas que nos acompañan en este momento de nuestra vida y que necesitan de nosotros, los mayores, para llegar de la mejor forma posible a hacerse adultos competentes, con confianza en sí mismos y en los demás, con un buen concepto de la pareja y de una «buena» forma de estar en la misma. La separación de una pareja con niños/as no acaba con el procedimiento judicial; sus funciones parentales se mantendrán en el tiempo y es crucial que se preserve esa capacidad de ser al menos una pareja de padres para sus hijos, porque estos lo necesitan.
¿Con qué encuadres se trabaja en el proceso de separación? ¿Sesiones de pareja, individuales, quizá también con los hijos/as?
Depende de los casos:cuanto más amistoso y respetuoso es el proceso de separación, menos conflictiva y peligrosa es la posición de los niños, que pueden participar en el proceso terapéutico en algunas sesiones de familia. Cuanto más litigante es la pareja, cuantos más conflictos y posiciones de escalada mantienen, más necesario es proteger a los menores de ser testigos del malestar entre sus padres.
El viernes 7 de junio de 2019 Isabel Fernández imparte en FOCUS el taller «Divorcios difíciles. ¿Juntos o separados?».
Toda la información en la página del Curso.

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